
Cuando mis hijas tenían 3 y 8 años de edad, llegó a nuestras vidas una hermosa labrador dorada llamada Luna. Era inexplicable la felicidad que siempre nos hacía sentir.
Las tres crecieron juntas entre tantas vivencias permaneciendo unidas en cada situación, en esos momentos donde la vida no es tan abundante, pero siempre juntas. En ese tiempo, no había tanta información como ahora sobre medicamentos, actividad y alimentación de los peluditos, y mucho menos se tenían las mascotas como parte integral de la familia, pero para nosotras, ella era un ser extremadamente amado.
Luna comía de todo lo que nosotras comíamos, ignorando qué le hacía daño o no. Y más aún cuando no teníamos para comprar alimento especial para perros. Siempre fue muy activa y juguetona.
En su edad adulta, comenzamos a ver que uno de sus ojos estaba cambiando de color y perdiendo su brillo normal, pero aún no mostraba síntomas de estar enferma.
Mucho menos sabíamos cuáles eran las señales de una enfermedad en un perrito, porque nunca dejaba de jugar.
Fue hasta que su ojo se cerró en una nube azul, tapándolo en su totalidad.
La llevamos como pudimos al veterinario y nos dieron la triste noticia de que era glaucoma por diabetes y, lo peor, es que estaba muy avanzada, además tenía otras complicaciones. Nunca nos mostró dolor pero ahora entiendo que si lo tenía.
Esa época fue una de esas donde no abundaban los recursos para salvarla, pero una pareja de vecinos nos ayudó muy amablemente en lo que ellos pudieron para por lo menos darle calidad de vida. «Ya no había nada que hacer», dijo el doctor. “palabras que retumban en tu mente para siempre”
Después de unos días, Luna ya no era la misma. Su salud cayó al punto que mi niña menor le ayudaba a sostener su caderita para que hiciera sus necesidades, pues ya no se sostenía en sus cuatro patas.
Sabíamos que Luna estaba terminando su misión en esta tierra, pero ninguna quería aceptarlo y mucho menos hablar del tema. El día llegó!
Una mañana de semana Santa, cuando iba a salir para mi trabajo, me senté a su lado y le di muchos besitos, le agradecí por todo lo que había hecho por nosotras y le dije que volara al cielo. Solo Dios sabe con el dolor que se lo dije.
Nunca olvidaré esa hermosa mirada de cansancio, fatiga y tristeza, pero llena de amor. No pude dejar de llorar todo el camino hasta mi trabajo. De manera egoísta, aun guardaba la esperanza de verla al regreso.
No sabía que esa sería la última vez que la vería. pero lo que sí estaba segura era que estaba terminando sus días en el hogar donde siempre se sintió libre, amada y respetada. Se me partía el corazón en dos.
Me contaron mis niñas que subieron a Luna a la cama, donde estaría más cómoda. No querían dejarla sola ni un momento. Estuvieron siempre con ella.
Justo al llegar a mi trabajo, recibí esa llamada que nadie quiere responder, esa que te parte en dos tus emociones, que sabes que es pero no aceptas, pero aún así está pasando. “Luna se nos fue”. “Murió en los brazos de Nicky”
En ese momento sentí lo que tú estás sintiendo, querido lector.
Tus emociones se mezclan con el dolor de una forma irreal. Es un momento donde no se puede razonar ni mucho menos aceptar, solo duele y duele y duele. No sabíamos ni cómo enfrentar un duelo. Yo no tenía las palabras para aliviar el dolor y la tristeza que sentíamos las tres.
Los primeros días, mi hija solo dibujaba perritos con alas. Solo había silencio, llanto, preguntas sin respuesta y sentimientos que no comprendíamos.
Con el tiempo entendimos que la causa principal de su muerte fue nuestra falta de conocimiento en cuanto al cuidado de su alimentación.
Por mucho tiempo nos torturaba el pensamiento de “si hubiéramos sabido, si la hubiéramos cuidado mejor, si la hubiéramos llevado a tiempo al médico, si hubiéramos tenido dinero”.
Son pensamientos que con el tiempo nos perdonamos y soltamos. Ahora tenemos muchísima información y recursos para cuidar a nuestras nuevas mascotas.
Amigo/Amiga, si estás leyendo esta historia, es porque estás pasando por un dolor similar al nuestro. Hoy sí puedo decirte las palabras que quise escuchar ese día.
“No estás solo!, no estás sola!. Eres una persona privilegiada por haber tenido el placer de compartir tu vida con uno de estos seres tan maravillosos que llegan a enseñarnos cómo vivir, que nos dan su amor incondicional, su corazón y su compañía. Le diste amor y cuidado y aunque estés pasando por un dolor como el que yo pasé, también sé que llegará a tu vida la paz y la tranquilidad.
No dejará de doler solo se transformará en gratitud” Te Envío Un Abrazo De Luz!
Hoy entiendo por qué la vida de una mascota es tan corta, y es porque no necesitan tanto tiempo para sensibilizarnos y enseñarnos a amar. Su misión la hacen sencilla porque para ellos amar es muy fácil.
Amo ver cómo hoy se respeta la vida y salud de tantas mascotas desde el amor y sus cuidados. Ahora somos más las personas que defendemos y amamos a estos hermosos seres.
Ahora hay muchísima información sobre sus cuidados, ya sabemos qué pueden y qué no pueden comer, ahora los protegemos más y los hacemos parte esencial de nuestra vida.
Ahora entendemos su misión y la aceptamos con el mismo amor que ellos nos aceptan. Ya no es una simple mascota, es un integrante fundamental de la familia. Luna siempre lo fue.
Hoy, mis hijas adultas, son amantes fieles y responsables de los animales. Pronto, Nicole (mi hija pequeña) será una excelente médico veterinaria.
Honramos y damos gracias a esa valiente amiga (Luna) que vino a enseñarnos cómo vivir en armonía a pesar de las adversidades, a ser una Luz en nuestras vidas
Su partida dejó dolor en nuestros corazones, pero también nos dejó un legado de amor, valentía, resiliencia y gratitud que nunca olvidaremos.
Gloria. Nicole. Cindy.
«El amor que compartimos nunca desaparece; permanece en los recuerdos que nos consuelan y en el corazón que siempre los lleva consigo.»