Cuando nuestro peludito es ya muy mayor, lo miramos y sabemos, en el fondo, que ese momento llegará, pero aun así nuestra mente se resiste a aceptarlo. Sin darnos cuenta, ahí comienza ese doloroso proceso.

En ambos casos, el dolor no distingue circunstancias: es uno solo, profundo, que se apodera de nosotros y nos sumerge en la tristeza más honda.

Es entonces cuando las emociones se mezclan en un sinfín de preguntas abrumadoras. Aunque sabemos que no volverán, nuestra imaginación nos sabotea pensando que quizá todo es mentira, que tal vez regresarán, o peor aún, que nunca podremos volver a ser felices.

He vivido ambos lados del dolor y el aprendizaje ha sido lento y también doloroso, porque no sabes qué es más triste: aceptar su partida o hundirte en la tristeza de su ausencia.

Hoy, gracias a la lectura, el arte como terapia y el apoyo de la comunidad, entendí la misión de mis hermosas amigas perrunas y todo lo que me ayudaron a comprender y transitar.

Su amor cambió mi vida y la de mis hijas. Su fortaleza y resiliencia me enseñaron a ser mejor mamá, a ver la vida con más amor. Me mostraron que la vida es hermosa y que en ella está todo lo necesario para ser feliz, en lo mucho o en lo poco, pero siempre siendo feliz contigo misma.

Me enseñaron que en el silencio creces y en la alegría vibras; que un día no tiene 24 horas, sino mil momentos especiales; que las tristezas y los momentos difíciles son necesarios para que tus siguientes pasos sean más firmes.

Mis queridas amigas me enseñaron que la vida no se mide en años, sino en acciones; que cuanto más das, más recibes; y que cuando un amigo se va, es porque su misión en tu vida está cumplida.

De ellas aprendí que su final es el comienzo de poner en práctica lo aprendido, y así honrar su paso por esta vida.

LUNA: Estuviste en los momentos más difíciles de nuestra vida. Tu mirada de amor y tu energía, aún en la enfermedad, nos decían: “todo va a estar bien, ten paciencia, enfócate en ser feliz con lo que tienes, disfruta el momento, sonríe y ama”. Gracias a ti, hoy lo hago y soy más feliz cada día.

HARU: Aunque no permitías el contacto físico, nos enseñaste a aceptar las diferencias, el respeto y la convivencia sana. Te amamos como eras y te agradecemos por todos esos años a nuestro lado. Tu misión está cumplida y aprendida.

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